Ilusion de mostrador

Cada ves que me sonríe, me estremezco. Lo se, su sonrisa es mecánica, automática, algo forzada, pero no me importa, la tomo como si en realidad fuera sincera, como si en verdad de adentro viniera. Su cara bonita y delicada, su pelo lacio y profundamente negro, esa mirada triste de cachorro hace que miles de pensamientos y fantasías se generen en esos breves instantes que esta frente a mi. Solo una vez por semana la veo, y aunque breve sea mi contacto con ella, cuento los días para verla, una cursi cuenta regresiva emocional se dispara.

Ella es la muchacha de la paquetería de una Aurrera que esta por mi casa. Y me gusta mucho, tanto que le compongo ridículos poemas mentales (equivalente romántico a las chaquetas mentales) mientras la veo directamente. Si supieras la inmensa batalla interna que desencadenas… rara vez me dirige una mirada a los ojos, esta enfrascada en su horrible y repetitivo trabajo, embebida por la rutina y el hastío de acomodar y dar bolsas a la gente ocho o más horas diarias. A veces quisiera que tu robótica sonrisa se extendiera mas, no por toda la eternidad como dicen los enamorados idiotas, seria feliz solo con unos segundos extras; tocar tus pequeñas y hermosas manos una sola vez en la vida. Quisiera saltar el mostrador rasgar tu uniforme… devorarte a besos.

Pero hay que empezar por lo primero: invitarte a salir, conocernos, saber tu edad y nombre. Pero cuando pienso en eso todo se desvanece..¿Invitarte a salir? No puedo...no tengo dinero….ni autoestima.

*Relato ganador del concurso “Cuentos del Desierto 1997” organizado entre los 6 alumnos de la tele-secundaria rural donde estudié.